Como el olor que deja un cerillo tras haberlo encendido, ese olor que permanece durante unos instantes, el momento que nos negamos durante mucho tiempo y la evidencia.
La certeza de que eso no volvería a ocurrir jamás, y ese deseo contenido de dejarnos llevar, una vez, aunque fuera una sola vez.
Todo era absurdo, incluso nosotros que enfrascados en nuestras propias máscaras jugábamos a desnudarnos y ha dejar caer sobre la piel, poco a poco la intimidad de la desnudez de dos almas enmascaradas.
Así, piel con piel, pude abrazarme a su tristeza, y pude saborear en cada beso aquella delicadeza olvidada, pude sentir que al erizarse, hacía tiempo que nadie demolía aquellos huesos para acariciar su alma, ávida de caricias.
Acaricie cuanto pude trás mi propio muro, recorrí su alma sobre mis propios huesos, los mismos que me impedían, pese a querer, darle más.
Acerco su voz a mi oído, sentí el temblor de su mano que rodeo mi cintura, sus dedos se soldaron a mi espalda y en su silencio me confesó todos sus secretos.
La seguridad se derrumbo y tuve entre mis brazos a un niño asustadizo que sobre mis hombros dejo caer la cabeza.
Pude trazar con las yemas de mis dedos en el mapa de su cuerpo, la ruta de aquellos sueños rotos.
Combatimos el dolor con amor, como si el fuera el diabético y yo su propia insulina.
Solo la mitad de dos corazones se amaron durante un momento fugaz, como dos animales que instintivamente lamen sus heridas.
No hubo velas, ni lunas llenas, solo nosotros y silencio. Nunca me atreví a preguntar ¿por qué?,
Por que la ruta de tus besos siempre me da las respuestas.
La certeza de que eso no volvería a ocurrir jamás, y ese deseo contenido de dejarnos llevar, una vez, aunque fuera una sola vez.
Todo era absurdo, incluso nosotros que enfrascados en nuestras propias máscaras jugábamos a desnudarnos y ha dejar caer sobre la piel, poco a poco la intimidad de la desnudez de dos almas enmascaradas.
Así, piel con piel, pude abrazarme a su tristeza, y pude saborear en cada beso aquella delicadeza olvidada, pude sentir que al erizarse, hacía tiempo que nadie demolía aquellos huesos para acariciar su alma, ávida de caricias.
Acaricie cuanto pude trás mi propio muro, recorrí su alma sobre mis propios huesos, los mismos que me impedían, pese a querer, darle más.
Acerco su voz a mi oído, sentí el temblor de su mano que rodeo mi cintura, sus dedos se soldaron a mi espalda y en su silencio me confesó todos sus secretos.
La seguridad se derrumbo y tuve entre mis brazos a un niño asustadizo que sobre mis hombros dejo caer la cabeza.
Pude trazar con las yemas de mis dedos en el mapa de su cuerpo, la ruta de aquellos sueños rotos.
Combatimos el dolor con amor, como si el fuera el diabético y yo su propia insulina.
Solo la mitad de dos corazones se amaron durante un momento fugaz, como dos animales que instintivamente lamen sus heridas.
No hubo velas, ni lunas llenas, solo nosotros y silencio. Nunca me atreví a preguntar ¿por qué?,
Por que la ruta de tus besos siempre me da las respuestas.
2 comentarios:
siemproe vale la pena volverlo a intentar.. por dificil o extraño qu eparezca... besios coraliuxus
Psycho:
Siempre ha valido la pena mi niño.
Un abrazo.
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