Cuando Sergio estaba herido
de amor por esos rincones
a las puertas de Zamora.
llamaba la gran pelada.
Vino a llevarse al poeta
que murió de amor sin pausa,
no le quiso dar más tiempo
de enamorarse a sus anchas.
Los trajes que le tenía
no eran de nívea factura,
porque sabía la doña
al señor que recibía.
Y se llevó al buen poeta
tomado de los cabellos
a someterle a suplicio
allá en los hondos infiernos.
Mientras gritaba el fulano
sumergido en el averno:
¡Que venga la charra a salvarme
de estos suplicios eternos!
¡Que urgente Dalila
venga corriendo a la casa
y con suavidad de seda
me traiga un vasito de agua!
El pobre Sergio cansado
de gritar sin tener juicio,
quemado el cuero y los pelos
se quedó muy quietecito.
La pelada se consuela
sabiendo que el pobrecito
no durará muchos días
sin escribirle sus versos.
La calaverita muy tranquila
se solaza de alegría
porque Sergio le ha creado
hoy su foro de poesía.
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