Somos como piezas de ajedrez, quien juega siempre busca la reina, doblegan los peones atacan al caballo y golpean hasta tambalear la torre. Finalizada la estrategia ganan o pierden.
Caminar es lo mismo, uno avanza hacia delante, en diagonal, se comen piezas blancas o negras y el que gana la partida se queda con la reina.
El problema es que luego conseguida la victoria no saben que hacer con ella.
Y tientan a la suerte con una nueva partida.
Con la felicidad pasa lo mismo, lo absurdo de todo, es que da igual cuantas veces juegues, en cualquier partida la reina, siempre es la reina, majestuosa y altiva, hipnotizante bajo un pestañeo.
El jaque es simplemente decidir que reina quieres, con la rutina pasa lo mismo.
Caminar es lo mismo, uno avanza hacia delante, en diagonal, se comen piezas blancas o negras y el que gana la partida se queda con la reina.
El problema es que luego conseguida la victoria no saben que hacer con ella.
Y tientan a la suerte con una nueva partida.
Con la felicidad pasa lo mismo, lo absurdo de todo, es que da igual cuantas veces juegues, en cualquier partida la reina, siempre es la reina, majestuosa y altiva, hipnotizante bajo un pestañeo.
El jaque es simplemente decidir que reina quieres, con la rutina pasa lo mismo.
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