MARGARITA

Sucede que a veces las estrellas conspiran y nacen historias... Allí estaba Margarita, pintando en la plaza sus flores amarillas como acostumbraba hacerlo, porque el color le rocordaba a el astro rey y todo lo que ilumina.

Un niño corría incauto junto a las palomas de la plaza del lugar, era una tarde en apariencia como cualquiera, un día irrepetible en el tiempo.
Margarita inauguraba sus primeras sonrisas, descubría los matices de vida.
observando la mirada curiosa de ese niño con manos pequeñitas que parecian hipnotizar a las grisáceas aves.
En ese lenguaje sucede el primer encuentro, a escasos metros, como si se conocieran desde siempre.

"¿Por que pintas las flores de ese color?" -Ella sólo lo mira y sigue pintando- Ven juguemos juntos" -"Corre!... vamos a hacer que vuelen todas las palomas!"

Y corrieron, hicieron volar cientos de aves, después André sacó un frasquito de burbujas de jabón, y pasaron el día colgando esferas que se han remontado al cielo rumbo al sol y que en el viento sólo duraban un momento... Se divertían de lo lindo, André le explicaba a Margarita

En sus corazones habían conocido finalmente ese espacio único donde no existe la distancia, la vergüenza, la culpa, el dolor, ese espacio donde amor es todo lo que les llena y los cubre el invencible muro de la inocencia... Ahí, donde no existe lo imposible.

Margarita se había quedado intrigada ante la pregunta de André y decidió pintar un cuadro diferente, pintando las flores de blanco como todos en la plaza lo hacían, le dedico tanto y entusiasmada terminó, corriendo fué se lo regalo con tanto cariño a su amiguito, quien al verlo cambia su sonrisa por una mueca de tristeza.

André: -¿ Y eso?-
Margarita: Es para ti, pensé que te gustarían las flores de este color.
André: que las palomas vivian en la Catedral, que llegaban a volar miles de kilometros si las enviaban de otros lugares lejanos regresaban a su lugar donde pertenecian, también se conocía si eran finas o corrientes por medio de las patitas... Así pasaron muchas tardes juntos.

Pompas de Jabon - Fernando Delgadillo