Me acompañas siempre. En esos momentos buenos, y, en esos otros que no lo son tanto.
Cuando me levanto estás conmigo. Cuando estoy sola, toco mi pecho, y también estás ahí.
Al final de la jornada, mi piel duerme acariciándote. A veces te ignoro. Otras te necesito.
Ese silencio tuyo que tantas cosas me dice. Esa tranquilidad que infundes en mi alma. Esa alegría que me contagias aún cuando mis causas están perdidas.
Eres esa imagen que, aunque pasada de moda en estos tiempos difíciles en los que los valores cotizan a la baja, me reconfortas.
Pero todas las cosas tienen un final, y, un día, la cadena se rompió. Hoy te echo de menos.
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