Bailo sobre tus pies y ellos me dirigen a cada paso, ni siquiera hago el esfuerzo porque tus pasos me guían y me transportan a ojos cerrados. Como si pusiera el piloto automático, escapo del murmullo y acuden a mi mente palabras sueltas y desordenadas. Jugo de frutas por ejemplo y acude a mi boca el sabor de la tuya azucarada, y eso me lleva a la palabra pestaña y ésta me transporta a tus ojos; donde me pierdo como quien se asoma a un pozo.
Entonces me siento una abeja que tomo miel en algun lugar que es cualquier cosa menos un panal. ¿Dije panal? y esa palabra me trasporta a las flores de mi jardín que me recordó que un domingo de estos les doy su podadita y abonada.
La palabra domingo; los domingos me llevan hasta a ti... a la resaca de amor de aquel domingo, a regresar de nuevo aquel lugar de ensueño, donde me desnudaste para que aprendiera si cabe a vestir mi alma. Aun puedo sentir con esa palabra bajo los pies la arena de esa playa donde estuvimos esa tarde, el sonido de un plato me distrae, para llevarme aquella cocina en la cabaña.
A veces escapo del murmullo y acuden a mi mente palabras desordenadas; manzanas, sabanas, cereal, abrazos, besos, huecos por donde se filtran los sentidos para darle sentido a todo.
Entonces oigo el sónido del teléfono, el ruido de los universitarios al revelarse contra el murmullo y la palabra “publicaciones buenos días” me devuelve al cuerpo como si se activara el piloto automático debajo de mis botas; como si nadie supiera que bajo el murmullo las suelas de mis botas me sujetan toda; y a mi trapecio; como si fueran las únicas que me delataran.
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