Es extraño verte ahí, de pie totalmente, no siendo tú, transformado en otra persona. Y yo ahí, de pie, sonriendo, "¿cómo estás?" "bien, y tú?" "bien". Y me despido de ti como si te fuera a ver mañana. Como si supiera dónde vives y qué es lo que conservas de entonces, si tienes recuerdos, si soñarás conmigo esta noche.
Creo que a partir de aquí puedo relativizarlo todo aún más. Puedo pensar que son muchas vidas, que son muchas personas. Que tú ya no eres él y que él sólo es ya en mí. Y eso me entristece y me alegra a la vez. Me entristece por el significado de las cosas, de los momentos, por lo poco que son y lo mucho que se conservan. Me alegra porque verte de nuevo, así, tan extraño, es como saber que ya no eres tú y que nunca podría recuperarte ni dejarte, porque ya no existes.
Y pienso en el ahora, en el, ese niño tan tierno. Me doy cuenta que me gusta cuando hace días que no nos vemos, aquellos primeros instantes extraños en los que aún tengo cosquillas en el ombligo y en los que aún me invade la vergüenza cuando me dice cosas lindas. Y me gusta que me mire como mira en esos primeros instantes, ese momento en el que somos un poquito extraños el uno para el otro.
Y pienso en el ahora, en el, ese niño tan tierno. Me doy cuenta que me gusta cuando hace días que no nos vemos, aquellos primeros instantes extraños en los que aún tengo cosquillas en el ombligo y en los que aún me invade la vergüenza cuando me dice cosas lindas. Y me gusta que me mire como mira en esos primeros instantes, ese momento en el que somos un poquito extraños el uno para el otro.
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