Ya huele a verano, a viento fresco. Se siente el silencio, la calma, se adivinan las primeras ventanas abiertas y las cortinas revoloteando.
Mi perrita ya no siente la necesidad de buscar una sombra bajo mis pies descalzos, pero si la calma y la caricia de mis talones sobre su lomo.
Me pinto las uñas de los pies, me alumbro simplemente con la luz que desprende la televisión, que a estas horas siempre permanece porque ya es tarde.
El sonido de la cuchara para remover el azúcar del cafe con leche, resta protagonismo a la variedad de esmaltes siempre de colores pastel, que permanecen en el centro de la mesa junto con las gafas que ya me he quitado, mientras escribía en tu laptop.
Mi piel que ahora huele a recién duchada, deja ver los rayos de sol de una jornada larga, y pese a oler a jabon y a leche de almendras todavía mi nariz recuerda aquel olor a crema de zanahoria del domingo en la mañana, con la que mi piel se broncea con facilidad.
Si, hoy es una noche de esas que huelen a verano, y en Vallarta siempre es verano y pensar que este fin de semana estaré donde la brisa del mar se dibuja entre los aromas, así como esta noche de mayo.
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