El tiempo se ha acelerado. Las manecillas del reloj han dado vueltas y vueltas dejando pasar los días y las semanas sin que me diera ni cuenta.
Quisiera ser como Alicia en el País de las Maravillas y convertir en realidad ese eterno sueño de escapar y sumergirme por la madriguera del conejo, tirarme a la piscina y convivir con seres de todos los tipos. Creo que todos hemos tenido alguna vez el deseo palpable de volar, de ser otros, de traspasar los muros o detener el tiempo.
Alicia, libre, espontánea e inocente. Ni se encierra en la casa del conejo, ni se instala todas las tardes a tomar el té. Tampoco tiene una definición muy exhaustiva sobre su persona, lo cual ni ella tiene claro.
No es como algunos, que creen tener plena certeza de su persona, haciendo ver que son lo que los demás quieren que sean. Ella no se engaña y dice simplemente que no lo sabe. ¿Alguien lo sabe? No, no. Ella sólo quiere correr al bosque y sentirse segura. Yo también corrí a encontrar mi bosque.
En nuestro mundo todos los valores son convencionales, al igual que las cartas del País de las Maravillas, que nos muestran el mundo tal como es. Todo depende de las reglas, cada uno tiene el valor que le ponen. Todo ya está dicho. El juego de la vida al final es tan absurdo como el partido de croquet. Por eso Alicia grita: "¡No son nada fuera de un mazo de cartas!" El mundo tal como nos quieren hacer creer es esto, un simple mazo de cartas. Y yo quiero gritar junto con Alicia. No nos encasillarán en su sistema, no seremos parte de este juego, no dejaremos de vivir nuestras maravillas y siempre correremos al bosque, a buscar la savia de la vida.
Estoy harta del personaje del conejo blanco que no hace más que sacarse el reloj de su bolsillo. Ése arquetipo dominado por el tic tac no para de caminar muy deprisa. Estoy harta de convertirme en esclava de los horarios.
De vez en cuando hace falta parar para encontrar gente como el gato de Cheshire, con quien mantener una conversación absurdamente lógica:
-“¿Me podrías indicar hacia donde tengo que ir desde aquí?” pregunta Alicia.
-”Eso depende de a dónde quieras llegar” responde el gato.
-“A mi no me importa demasiado a donde”
-“En ese caso, da igual hacia donde vayas”
-“Siempre que llegue a alguna parte”
-“¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante”.
Como dijo Alicia, me parece muy aburrido y estúpido que la vida siga su curso normal. Sólo quiero andar y disfrutar del camino, no quiero llegar...
Quisiera ser como Alicia en el País de las Maravillas y convertir en realidad ese eterno sueño de escapar y sumergirme por la madriguera del conejo, tirarme a la piscina y convivir con seres de todos los tipos. Creo que todos hemos tenido alguna vez el deseo palpable de volar, de ser otros, de traspasar los muros o detener el tiempo.
Alicia, libre, espontánea e inocente. Ni se encierra en la casa del conejo, ni se instala todas las tardes a tomar el té. Tampoco tiene una definición muy exhaustiva sobre su persona, lo cual ni ella tiene claro.
No es como algunos, que creen tener plena certeza de su persona, haciendo ver que son lo que los demás quieren que sean. Ella no se engaña y dice simplemente que no lo sabe. ¿Alguien lo sabe? No, no. Ella sólo quiere correr al bosque y sentirse segura. Yo también corrí a encontrar mi bosque.
En nuestro mundo todos los valores son convencionales, al igual que las cartas del País de las Maravillas, que nos muestran el mundo tal como es. Todo depende de las reglas, cada uno tiene el valor que le ponen. Todo ya está dicho. El juego de la vida al final es tan absurdo como el partido de croquet. Por eso Alicia grita: "¡No son nada fuera de un mazo de cartas!" El mundo tal como nos quieren hacer creer es esto, un simple mazo de cartas. Y yo quiero gritar junto con Alicia. No nos encasillarán en su sistema, no seremos parte de este juego, no dejaremos de vivir nuestras maravillas y siempre correremos al bosque, a buscar la savia de la vida.
Estoy harta del personaje del conejo blanco que no hace más que sacarse el reloj de su bolsillo. Ése arquetipo dominado por el tic tac no para de caminar muy deprisa. Estoy harta de convertirme en esclava de los horarios.
De vez en cuando hace falta parar para encontrar gente como el gato de Cheshire, con quien mantener una conversación absurdamente lógica:
-“¿Me podrías indicar hacia donde tengo que ir desde aquí?” pregunta Alicia.
-”Eso depende de a dónde quieras llegar” responde el gato.
-“A mi no me importa demasiado a donde”
-“En ese caso, da igual hacia donde vayas”
-“Siempre que llegue a alguna parte”
-“¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante”.
Como dijo Alicia, me parece muy aburrido y estúpido que la vida siga su curso normal. Sólo quiero andar y disfrutar del camino, no quiero llegar...
2 comentarios:
“Llegar” da la sensación (al menos a mi) de “final”.
Tampoco deseo llegar , hace tiempo que no se ni donde camino y ahora no me preocupa ni saber donde estoy…me gustaría que mi reloj avanzara hacia “ayer” pero es muy cabezón y solo desea avanzar…por eso casi nunca llevo reloj.
De pequeño quería ser un “niño perdido”…y encontrar ese nuncajamas que seguro…seguro…existe; los años no me enseñaron a volar pero me sentí muy bien cuando el reloj no lograba salir del estomago del cocodrilo.
Ahora “huyo” cuando puedo y tampoco deseo llegar, supongo que de alguna manera aun tengo esperanzas de alcanzar a esos niños perdidos que juegan entre indios y piratas a no ser nuncajamas-encontrados.
Un beso
Creo quen al realidad a veces varia de conejo, de cazuelas, de llaves y sopresas, por que corremos sin saber a donde moriremos, con el sabor de la vida adecuada en los labios, pero escapar es una vida, alternativa...
saludos.
Publicar un comentario