viernes, junio 15, 2007

SOLO QUEDAN...

Estoy aquí pero no he vuelto, sigo durmiendo sobre mi jardín abandonado. Ayer abrí los ojos, se me ocurrió mirar hacia los lados y me di cuenta que en todo este tiempo ha crecido un montón de maleza que ya no me deja casi ni ver el cielo.

Y me pareció ver a una libélula estrellarse contra el falso cristal del cielo. Pero, claro, los animales no entienden de cristales ni de espejos. Chocaba una y otra vez y no cesaba en su intento de traspasar esa barrera invisible que le impedía ir hacia otro lugar.

Yo hace tiempo que dejé de intentar romper el cristal. Lo siento, ya no soy la que era antes. Soy sólo un recuerdo de lo que ahora se ensucia cada día un poco más, de ese jardín al que no para de crecerle hierba.

Me despertó un ruido como el de alguien que no quiere hacer ruido. El silencio también tiene sus propias palabras. Y el mío, a veces, no calla. Él a veces entiende mi silencio; otras veces le desquicia. Antes del llanto hay un suspiro. Antes de la indiferencia hay un encogimiento de hombros.

Mi silencio me grita ahora que corra, no importa a dónde. Me empuja el silencio a ocultar las lágrimas, me pide que no hable, que no deje hablar, que no escuche. Su silencio me grita a veces. Es su silencio el que no me deja dormir. Su silencio escapa por sus ojos y me entra por el pecho. Y, al final, entre su silencio y el mío sólo quedan palabras...

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