Suele aparecer cada día, a todas horas. Y lo hace sola. Una vez la acompañaste y luego no querías soltar su mano. Yo me enfadé porque la quería sólo para mí. No sé compartirla.
Son dos palabras vacías, sin significado, no aportan nada a ninguna conversación. Bueno una cosa sí, que eres idiota. Y no quiero crear una imagen distorsionada. Una cosa es que sea idiota y sólo lo sepa yo y otra es que lo sepan todos.
Quería empezar contando cuantas veces al día las uso, en cuantos escritos y en cuantas inspiraciones, pero no voy a hacerlo. Me sentiría más idiota aún. Esta noche, mientras ande por la calle, las pondré en una bolsa de plástico, en una de aquellas negras y cierrafácil, y haré un nudo enorme para que no puedan salir. Me pararé en un semáforo y les daré una patada para ver cómo llegan las palabras a esa línea que separa lo que se puede decir en voz alta y lo que no se puede decir jamás.
Y cuando vea que han llegado, me daré la vuelta, me haré una coleta de caballo para que no se vuelvan a agarrar a mi pelo y volveré a casa. Y cuando me preguntes qué quiero hacer te diré lo que quiero hacer y cuando me preguntes qué pienso te diré lo que pienso. Así que prepárate para no volver a ver mi cara de idiota.